sábado, 15 de octubre de 2011

Mi lectura en lunes, de los cuentos de Dalina Flores Hilerio. Lidia Rodríguez Alfano





Feria del libro, Viernes 14 de Octubre de 2011


Agradezco mucho y me siento muy honrada al presentar este libro de cuentos de ¿Dalina, o de la Dra. Flores Hilerio? Una ocasión se me hizo ver que sin darnos cuenta, a las mujeres las llamamos por su nombre de pila, y a los hombres, por su apellido, y no quisiera caer en esta trampa que lleva a dar más importancia a ellos y a minimizar a nuestras congéneres. Por eso intento referirme a la autora con sus apellidos, pero me siento extraña al referirme así a mi querida amiga y compañera de taller.  Al respecto, quiero aclarar que el libro que ahora presentamos no es producto del trabajo en nuestro pequeño taller. La verdad es que Dalina ya había escrito estas historias y en el trabajo de taller solamente las pulió y las reunió en este volumen lleno de aciertos, de los cuales destaco algunos.

Primero el título. El libro se llama “Historias para leer”, esto es, no para ser contadas sino para leerlas y dejarse subyugar por la emoción estética que despiertan. Pero hay una condición: han de leerse en lunes, el día en que aun las gallinas dejan de cumplir su deber cotidiano. Es el día en que se hace honor al santo de su nombre, no a la luna (que le da el nombre al lunes), sino a san Lunes. Es el día en que se falta al trabajo, se deja la obligación con la cotidianeidad para dedicarse al ocio creador que requiere de la lectura como alimento indispensable. Tal vez por eso nos invita la autora a leer en ese día de pereza los 13 cuentos, que conforman el volumen. Resulta relevante que los cuentos sean precisamente 13, el número de la buena/mala suerte, el que evitan en los aviones, y el de las moneditas que se juntan el día de san Antonio para conseguir pareja; 13 x 4 da 52, extensión del siglo en las mitologías de los antiguos mexicanos, periodo que cierra un ciclo y todo ha de renovarse; y el 13 es también  un número primo, que, como tal, sólo tiene posibilidad de dividirse entre 1, y entonces el resultado es sí mismo, o entre sí mismo y resulta el UNO. Y es aquí donde pudiera estar el sentido al que orienta el número 13 de estas “historias para leer en lunes”, que pese a la diversidad de temas, tienen unidad, un mensaje global que no llega en forma fortuita. Según mi lectura de este lunes, la unidad en estas historias radica en el rompimiento con estereotipos.

El mundo creado en estas historias. Estas historias no presentan al mundo en cuya existencia solemos creer cuando no nos ubicamos desde un punto de observación crítica, como lo hace la autora. Es un mundo donde hay niñas ingenuas, la dueña de Píldora; sí, pero también hay otras que no tienen esa inocencia, sino que la han perdido, como Tolita por intervención de su abuelo, o que se tornan precoces, como Sonia, la púber llena de curiosidad que descubre el sexo al seguir unas instrucciones para besar. Hay  hombres que se empeñan en defender su inocencia, como el albañil en “Libre de culpa”, donde Dalina plasma con maestría la perspectiva varonil. ¿Y qué decir de las mujeres, de quienes la autora nos muestra todas sus facetas? La mayoría manifiesta carácter firme, aun en situaciones donde esperaríamos que dudaran:
Mi madre dice que no se debe dejar que los niños se nos suban a las barbas. Hay que usar mano dura para convertirlos en gente de bien. Yo así crecí y nunca di un problema. Lo lógico era utilizar con mis hijos las sabias enseñanzas de mamá. Solamente quería que aprendiera. Ya se lo había dicho de muchas maneras. Las palabras no la convencieron, tampoco los golpes… Hasta que vino, el accidente


La estructura narrativa. La unidad temática se consigue desde la planeación del libro, que se inicia con el relato sobre la iniciación de una púber en lo que percibe como práctica que caracteriza a los adultos, y termina con una carta que el lector adivina como anuncio de un suicidio. Y, en cuanto a la estructura de cada uno de los relatos, como es sabido, un buen cuento ha de ser “preciso, conciso y macizo”; y esta cualidad tienen estas “historias para leer en lunes”. Todos los cuentos de este libro tienen inicios contundentes que prenden al lector:

Si vine a contárselo es sólo porque necesito que me    haga un favor; aunque más bien, vine para hacerle un favor a usted.
……………………
— Tú la mataste.
— No, tú la mataste.
— …la matamos los dos.
— Yo no la maté.
— Yo tampoco…

……………………
Píldora se fue, en camión, al cielo de los perros. 
……………………………….
cuando Tolita le preguntó a su mamá que dónde   estaba el punto ge, la señora se infartó.
………………………..
Cada vez que pasa frente a la mujer descalza que  vende nopales en la banqueta no puede evitar cerrar los ojos para escapar de una historia que la persigue. ……………………………………
Cómo quieres que no llore, m’ijo, si no puedo ni sentarme… Quién te dijo que los machos no lloramos.
……………………….
Era un pueblo olvidado de Dios:
………………………..
Siempre me gustaron los finales apoteósicos, aunque     no estuviéramos representando un género ligero.
………………………………


A partir de lo que han anunciado esos inicios, ya no sueltan al lector hasta que viene el final igualmente contundente:
El azoro del abuelo lo hizo tartamudear, mientras la abuela, conciliadora, cerraba la puerta y con una mirada confusa trataba de explicarle a su hija, que sólo era una cosa de niños.
………………………..

Y lo pior es que siguen sin entender que yo no tuve la
 culpa…
…………………………….
pero al reconocer también en su voz el timbre cavernoso que dejan los años y el despecho, no pudo más que decir, antes de que el cansancio de siglos de espera la hiciera caer en un desmayo irreversible:
—Murió hace cuarenta años.
El punto de vista, la perspectiva desde la cual se narra. En una de las historias, “Desde la lluvia”, el mismo hecho se expone desde 3 perspectivas:
a) el punto de vista del capataz, que se marca con la letra cursiva:
eso yo lo vi. Y vi cómo salía el patrón chiquito, chiquito, temblando tras las faldas de su hija, poniéndola como escudo y exigiéndoles a los desconocidos que los dejaran entrar en orden y en paz a su casa, que si ellos querían les podía regalar medio Soconusco, siempre y cuando ya no tiraran más balazos

b) Alternando con la voz del capataz, aparece la perspectiva de la hija del hacendado en fragmentos que la autora marca con letra normal para guiar al lector con este contraste gráfico:
…al detenerse los disparos, mi padre me empujó fuera de la camioneta y se arremolinó detrás de mí, gritando una sarta de necedades. Los encapuchados nos rodearon y, luego de sorprenderse por mi presencia, nos invitaron a seguirlos. Era como si no lo estuvieran escuchando. Cuánto quise en ese momento ser una planta y no haber escuchado jamás una sola de sus palabras.

c) Y, también en letra normal, se presenta la voz del narrador omisciente que cierra el relato dando al lector una versión más segura del desenlace.

Asimismo Flores Hilerio recurre al cambio de perspectiva en una parte de “Los cómplices”: los ojos de Luciano emitían un singular brillo que, de haberse dado cuenta, María se hubiera atemorizado. Pero aunque no se alterne el punto de vista, en la selección del que más conviene a la historia está uno de los grandes méritos de la narrativa. Con gran acierto la autora hace aparecer al narrador omnisciente sólo si es preciso, por ejemplo cuando se trata de una niña y es necesario develar el interior del personaje desde la perspectiva de un adulto, o, en La flor más bella”, donde el relato se plantea no de quien ha realizado un crimen, sino desde la hija de la asesina, quien ha de actuar en defensa de su madre. En todos los demás casos, la autora prefiere la narración directa, la exposición de las acciones desde el punto de vista de quien las vive y reflexiona después sobre lo acontecido.
La selección del punto de vista más apropiado da fluidez a la lectura, como se evidencia en “Periférico”, donde se retrata la característica de las mujeres que somos capaces de hacer varias cosas al mismo tiempo, y en este caso la protagonista va manejando por una avenida de tránsito pesado al tiempo en que descarga el coraje que la invade contra su pareja. Se inicia con un epígrafe: “AMENAZA AL TACO / Nos invaden las hamburguesas”, encabezado de periódico que motiva el arranque del monólogo que constituye al cuento:   
“ni a la santa tortilla la dejan en paz”, “mira que decirme que no quiere comer cuando me pasé más de dos horas preparando la comida… mínimo, por educación, la hubiera picoteado un poco. Él sí, siempre puede hacer berrinchitos y azotar puertas y dejar entero el desayuno y ver tele todo el día y trabajar a medias “porque es artista”, ¡uy sí, cómo no!, artista pero con hache: sólo sirve para sacarlo a uno de sus casillas” (…) ¡ay, güey!, qué feo me le cerré a este maestro, es que con este humor, ¡la tuya, tarado!, cómo quieren que una maneje bien; de veras que qué indignación con las putas hamburguesas, ¿qué no se pueden quedar en su casita?, bueno, eso de quedarse en su casita tampoco es un asunto muy agradable, (…) Y al otro día, porque se despierta hasta el otro día, tú le platicas algo, ¿no?, siempre es bueno hacer plática para que no se congele la relación, y le platicas de, no sé, por ejemplo, del capítulo de ayer de la telenovela de las siete y ¡te pone una cara el muy animal!, de haberaquéhorasdejasdedecirmamadas, claro, ya no te quedan ganas de volver a hablarle en toda tu vida. Pero, para colmo de males, una amiga te visita, vas a salir a cenar con ella cuando el muy oportuno llega justo al estar yéndote y el muy sinvergüenza se invita, hazme el favor; total: van a comer pizza y el muy tarugo le ofrece la silla a tu amiga para que se siente y luego él se sienta y tú te quedas como pendeja, paradota, esperando a que el güey te siente… Este sonso parece abuelito, ¿no ves que llevo prisa?, aunque para ir a la chingada no creo que sea tan necesaria, ¡ay, no lo soporto! Por eso no es bueno quedarse en casa, pobres hamburguesas, mejor que salgan a conocer el mundo. ¡Puta!, ¿por dónde andaré?, seguramente por donde el mariachi perdió el tololoche, porque no reconozco nada de por aquí (…) Lo que más me da gusto es que debe estar todo preocupado y de seguro ya hasta llamó a Locatel y toda la cosa, ¡sí, cómo no, Chon!, si de seguro el muy sátrapa está bien apoltronado viendo la tele, porque el tarado debe jurar que voy a regresar corriendo y le voy a pedir perdón, ¡ni madre! Ahora sí ya se chingó. No quiero volver con ese tipo en mi vida. ¡Ay, güey!, creo que me metí en sentido contrario, ya, ya, ya, no me piten, carajo, no estoy sorda ¡chin, una tira!, ¡puta, de seguro ya me vio!
—Oríllese a su orilla…
En la madre, ¿y ahora?, pero que ni crean que me van a bajar una lana… que-ni-lo-cre-an

Los recursos retóricos. Primeramente la ironía en los títulos, no sólo en el del libro, también en los de las historias donde se da el contraste entre lo significado por las palabras del título “Cosas de niños”, “El accidente”, y lo que dice la historia (lo narrado es tan grave que de ninguna manera puede considerarse un asunto infantil, o un mero accidente, en el segundo caso). La ironía radica también en los nombres de los personajes, especialmente en Sofía Paredes (protagonista de “Encuentro”), quien ha estado encerrada en los muros que ella misma construyera para proteger su yo, de la vida misma.
Otros recursos son: las metáforas (cansado de perseguir el agua en ese infierno), la introducción del lenguaje cotidiano en frases oportunas (porque yo, como dice mi suegra, tengo el encanto de las tres efes: fea, floja y fodonga) y hasta la reflexión metalingüística: lo bueno es que nunca hice caso de los consejitos de la abuela y no me casé, ya me quiero imaginar yo casada con ese güey, ¿o buey?, ¿qué se oye más feo?
            Y otro recurso más es el cambio en el ritmo del relato, el tono festivo, de comedia, que aparece en “Periférico”, contrasta con el tono patético de “La flor más bella”, donde la protagonista:
No tiene posesión ni pertenencia: nada puede perder, nadie la extrañará en esas calles lodosas y empinadas que forman su barrio. Quisiera que la lluvia se llevara también el color de su piel, la forma angulosa de sus rasgos indígenas enmarcados por el oro viejo de su cabellera;

Y, sin embargo, se asume como heredera de la Malinche y se propone cobrar venganza por la afrenta de su “Madre” (y no sólo de su progenitora).
            Asimismo, la continua acción de la mayoría de las historias alterna con el rimo cadencioso del sueño en “ De noche“:
La noche me adormece derramando su aliento de luna   en mi espalda. Los poros de la piel se abren, se dilatan dispuestos a llenarse de todo. La humedad va formando gotitas de plata; crecen, se deslizan. Mi cuerpo está desnudo sobre la arena, mil hormigas horadan mis muslos, vientre, pecho. Las sensaciones chocan como las olas que apenas adivino a mis pies: la luz acariciante me alivia, me vuelve ligera —soy ave—, mientras los necios y pequeños hachazos de piedra aceleran la circulación de mi sangre que me punza y me come.

Y el que considero como el mayor mérito de Dalina es que no rehúye el “ensuciarse las manos” aun cuando lo que narre sean aberraciones o meros deseos sexuales: entonces la heredera de la Malinche coge los documentos que acusan y condenan a su madre, los arruga y se los mete al calzón invitando al burócrata a recuperarlos; y, en la historia del libidinoso albañil: “era muy de madrugada y no había nadien en la calle, no más la pinche Jacinta que yo creo que venía de talonear y que, a decir verdad, está rebuena: durita, durita…. ¡Cruz!, ¡cruz!”
En fin, con mi intervención he querido invitarlos a disfrutar de la lectura de estos cuentos tan logrados, aunque hoy no sea lunes.
¡Muchas gracias!

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