martes, 29 de noviembre de 2011

HABÍA UNA VEZ. Everardo Hernández Medrano



Psicópatas Unidos Jamás Vencidos
Matamoros, Tamaulipas. Para quienes a veces piensan  que no hay opciones pacificas para llevar a los criminales impunes ante la justicia, el grupo de 23 mil ciudadanos que presentaron una demanda ante la Corte Penal Internacional de La Haya, Holanda en contra del presidente Calderón y sus funcionarios de seguridad por delito de lesa humanidad, han dado una lección de creatividad e inteligencia que sacudió la conciencia de todo el país y provocó que muchos actores políticos cometieran graves errores tácticos como el mismo presidente Calderón.

Como era natural los panistas que se sintieron aludidos en la demanda  como el titular de la Secretaría del Trabajo Javier Lozano(Los mineros de Pasta de Conchos) se subió torpemente al ring a insultar, retar y descalificar a los demandantes, otros panistas más mesurados, consideraron que la demanda era desproporcionada y que no era para tanto, la Presidencia de la República amenazó con castigar a los demandantes y acusarlos de calumniosos.

El silencio es casi una virtud…
Hasta aquí todo iba bien, pero entonces otro entrometido urgido de reflectores, se subió al ring sin que lo hubieran anunciado ni tuviera vela en el entierro porque no es jurista, no es experto en justicia internacional y tiene la cola muy larga, me refiero a Enrique Peña Nieto que pasándose de astuto, salió a los medios a defender al presidente Calderón y a descalificar a los 23 mil ciudadanos que firmaron la demanda penal. ¿Acaso se siente aludido por lo de Atenco y  los feminicidos en el Estado de México?

Pero veamos lo que dice un experto:
Por Santiago Stucchi Portocarrero
La personalidad psicopática ha sido estudiada a lo largo de la historia de la psiquiatría, recibiendo variadas denominaciones tales como locura moral, inferioridad psicopática, sociopatía, personalidad amoral, asocial, antisocial o disocial. En la etiología de esta entidad probablemente confluyan factores genéticos y medioambientales (crianza, experiencias infantiles, etc). Algunos estudios han encontrado alteraciones en el electroencefalograma y otros han descrito pequeñas malformaciones congénitas con mayor frecuencia que en la población general.

¿Acaso ven el perfil de Calderón, Javier Lozano, Humberto Moreira o Enrique Peña Nieto?
Los psicópatas se caracterizan básicamente por su desprecio hacia las normas establecidas por la sociedad. Carentes de principios morales, sólo valoran a las demás personas en la medida en que puedan serles de alguna utilidad práctica, de modo que no tienen reparo alguno en atropellar los derechos ajenos cuando estos representan un obstáculo para el logro de sus propósitos. Vemos así que en el historial del psicópata abundan actos delincuenciales como robos, agresiones, chantajes, estafas, violaciones y hasta crímenes. Su falta de sentimientos de culpa se traduce en todo tipo de justificaciones para sus actos, de modo que el psicópata se muestra a sí mismo como incomprendido o víctima de la sociedad, guiándose siempre por sus propias reglas y no admitiendo nunca el menor remordimiento o vergüenza por sus atropellos.

¿Acaso se refiera a Calderón?
Impulsivos por naturaleza, no miden el peligro ni las consecuencias de sus acciones, incurriendo repetidamente en actos riesgosos para sí mismos y para los demás, como conducir imprudentemente, consumir sustancias adictivas o participar en actos delictivos. Incapaces de tolerar las frustraciones, pueden ser muy violentos si no consiguen lo que se proponen por medios pacíficos. Propensos al aburrimiento, buscan continuamente las emociones intensas y se consideran a sí mismos como personas de acción, intrépidos o temerarios.

Sus relaciones interpersonales son frías y superficiales, se interesan sólo por sí mismos, suelen ver a los demás como objetos intercambiables y son incapaces de sentir afecto por otras personas, aunque pueden aparentar lo contrario si lo consideran necesario. Son manipuladores, utilizan a los demás para el logro de sus objetivos y no dudan en aprovechar las debilidades ajenas, que suelen descubrir rápidamente, si son inteligentes. Son también sumamente deshonestos, mienten con frecuencia y con gran facilidad, y aunque pueden generar simpatía en algunas personas por su aparente independencia y temeridad, no son capaces de mantener relaciones sentimentales duraderas, siendo por lo general infieles y promiscuos sexualmente.

Los delitos de Lesa Humanidad
La definición de crimen contra la humanidad o crimen de lesa humanidad recogida en el Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional comprende las conductas tipificadas como asesinato, exterminio, deportación o desplazamiento forzoso, encarcelación, tortura, violación, prostitución forzada, esterilización forzada, persecución por motivos políticos, religiosos, ideológicos, raciales, étnicos u otros definidos expresamente, desaparición forzada, secuestro o cualquier acto inhumano que cause graves sufrimientos o atente contra la salud mental o física de quien los sufre, siempre que dichas conductas se cometan como parte de un ataque generalizado o sistemático contra una población civil y con conocimiento de dicho ataque.

Estos actos también se denominan crímenes de lesa humanidad. Leso significa agraviado, lastimado, ofendido: de allí que crimen de lesa humanidad aluda a un crimen que, por su aberrante naturaleza, ofende, agravia, injuria a la humanidad en su conjunto.

La actual secretaria general del CEN del PAN Cecilia Romero se encuentra entre los funcionarios demandados ante la Corte Penal Internacional porque cuando fue titular del Instituto Nacional de Migración, omitió, propició y encubrió a sus funcionarios que se dedicaron durante años al secuestro y venta de migrantes centroamericanos a los narcotraficantes para que los torturaran, extorsionaran y asesinaran, sin que se le hubiera sometido a una investigación o auditoría, en cambio se le mandó al CEN del PAN para protegerla y brindarle impunidad.

¿Puede alguien negar la responsabilidad de Cecilia en esos actos de lesa humanidad y al presidente Calderón por brindarle impunidad?

Lo que enloqueció a Los Pinos
Ayer en la tarde, decenas de firmantes de la denuncia por delitos de lesa humanidad ante la Corte Penal Internacional en contra de Felipe Calderón y miembros de su gabinete realizan una protesta frente a la sede de la Procuraduría General de la República, en la ciudad de México, y aseguran que vienen a ponerse a disposición del Ministerio Público Federal para responder a las “amenazas de que el gobierno federal nos lleve a juicio por el supuesto delito de calumnias”, señalaron algunos de los participantes de esta movilización.

Con pancartas tales como “juicio a Calderón. Genocida! Atentamente los que quedamos, los manifestantes han acudido ala PGR a asegurar que no tiene miedo y que estamos dispuesto a aclarar que no hemos cometido ningún delito, estamos acudiendo a la s vías constitucionales para denunciar actos y personas y que tenemos derecho a denunciar, y es más que tenemos obligación de denunciar”.


Muchas gracias por sus comentarios y opiniones y si desea  que esta columna le llegue directamente a su correo, escríbame a: ehernandezm03@hotmail.com también síguenos en Twitter: @everardoHM   

martes, 15 de noviembre de 2011

"CUARENTA AÑOS DESPUÉS"


Así me llegó por correo: 

Lo escribió una señora de nombre Lupita Díaz de Cristiani, 
encuentro mucha poesía en estos sencillos versos que hablan del amor que dura.



"¡Qué rico hueles, mi vida!".
"¡Qué perfumada, mi amor!".
Éramos recién casados.
Fueron frases de rigor.
Después del baño él olía
a Yardley o qué sé yo,
mientras yo me perfumaba
con frascos de Christian Dior.

Pero hoy... ¡Qué diferencia!
Él huele a ungüentos, y yo
a la Pomada del Tigre
que me pongo al por mayor¡
Cómo han cambiado los tiempos
de cuando él me conoció!
Antiguamente lucían
encima de mi buró
una rosa, su retrato,
un perfume y un reloj.

¿Ahora? Un frasco de aspirinas;
el ungüento de rigor;
unas vendas; mis anteojos;
las píldoras de alcanfor;
la jeringa, la ampolleta,
el algodón y el alcohol.
Y en su buró, amontonados
para que quepan mejor,
un vaso para sus "puentes";
el frasco de la fricción;
un libro abierto; sus lentes;
jarabe para la tos;
y agua para la aspirina
por si nos viene un dolor...

Sin embargo no añoramos
"lo que el viento se llevó".
Recordamos lo que fuimos,
y vivimos nuestro hoy.
En las mañanas, sin prisas,
siempre la misma canción:
"¿Cómo dormiste, mi cielo?".
"Un dolor me despertó"...
"¿Cómo te sientes, mi vida?".
"Hoy tengo fuerte el dolor".
Y por las noches, acaso
recordando algo mejor,
oliendo a salicilato,
a pomadas y a inyección,
repetimos lo de siempre,
lo mismo de ayer y hoy:
"Que duermas muy bien, mi vida".
"Que duermas muy bien, mi amor"...
Rezamos un Padre Nuestro,
y damos gracias a Dios.





Sólo tengo 17 años...

El día de mi muerte fue tan común como cualquier otro.

Hubiera sido mejor que me hubiera regresado como siempre en el autobús, pero me molestaba el tiempo que tardaba en llegar a casa.

Recuerdo la mentira que le conté a mamá, para que me prestara su automóvil: entre los muchos ruegos y suplicas dije que todos mis amigos manejaban, y que lo consideraría como un favor especial si me lo prestaba.

Cuando sonó la campana de las 2:30 de la tarde para salir de clases tiré los libros al pupitre porque estaría libre hasta el otro día a las 8:40 de la mañana: corrí eufórico al estacionamiento a recoger el auto, pensando solo en que iba a manejarlo a mi libre antojo.

¿Cómo sucedió el accidente?

Eso no importa.

Iba corriendo con exceso de velocidad, me sentía libre y gozoso, disfrutando el correr del auto.

Lo último que recuerdo es que rebase a una anciana, pues me desespero, su forma tan lenta de manejar.

Oí el ensordecedor ruido del choque y sentí un tremendo sacudimiento, volaron fierros, pedazos de vidrios por todas partes; sentía que mi cuerpo se volteaba al revés y escucho mi propio grito.

De repente desperté.

Todo estaba muy quieto y un policía estaba parado junto a mi.

También vi a un doctor.

Mi cuerpo estaba destrozado y ensangrentado, con pedazos de vidrio encajados, por todas partes.

Cosa rara, no sentía ningún dolor.

¡Hey! no me cubran la cabeza con esta sábana.

No estoy muerto, solo tengo 17 años.

Además tengo una cita por la noche.

Todavía tengo que crecer y gozar una vida encantadora.

¡ No puedo estar muerto !.

Después me metieron a una gaveta, mis padres tuvieron que identificarme, lo que más me apenaba, es que me vieran así, hechos añicos.

Me impresionaron los ojos de mamá, cuando tuvo que enfrentarse a la más terrible experiencia de su vida.

Papá envejeció de repente cuando le dijo al encargado del anfiteatro: " Si. . . este es mi hijo”.

El funeral fue una experiencia macabra.

Vi a todos mis parientes y amigos acercándose a la caja mortuoria. . . pasaron uno a uno con los ojos entristecidos, algunos de mis amigos lloraban, otros me tocaban las manos y sollozaban al alejarse.

¡Por favor alguien que me despierte! saquéenme de aquí, no aguanto ver inconsolables a papá y mamá.

La aflicción de mis abuelos apenas los permite andar.

Mis hermanos y hermanas, parecen muñecos de trapo, pareciera que todos estuvieran en trance.

Nadie quiere creerlo, ni yo mismo.

¡POR FAVOR, NO ME PONGAN EN LA FOSA!

TE PROMETO, DIOS MÍO, QUE SI ME DAS OTRA OPORTUNIDAD SERÉ EL MAS CUIDADOSO DEL MUNDO.

SOLO QUIERO UNA OPORTUNIDAD MAS.

POR FAVOR, DIOS MÍO. . . SÓLO TENGO 17 AÑOS.


Desconozco el autor...

domingo, 6 de noviembre de 2011

Carta de Héctor Suárez a Azcárraga Jean y a LA OPINIÓN PÚBLICA

Al ver que mis anteriores misivas enviadas a usted hace unos días, para conciliar y darle mi versión sobre lo ocurrido en la emisión Iniciativa México, y por la que se me culpa injustamente de rebeldía, de actor difícil y conflictivo, jamás tuvieron respuesta de su parte; no me deja más alternativa que hacerlo por este medio.

¿Está enterado de que durante más de 38 años colaboré en la que ahora es su empresa en programas que no sólo le dieron rating sino mucho dinero a Televisa? Y, por ende, a mí también, naturalmente. ¿Sabe que la emisión creada por mí y titulada ¿Qué Nos Pasa? fue una punta de lanza que vino a revolucionar las anodinas comedias que se hacían en televisión? Fue un honor participar en ella. Lástima que, en la segunda época, sus subordinados coartaron toda la libertad y crítica social de la que yo gozaba, al grado de querer reducir ¿Qué Nos Pasa? a uno más de los inanes programas cómicos que se hacían a puñados. De ahí que mejor decidiera abandonar dicha emisión para no traicionar el espíritu de crítica que la hiciera famosa.


Comento lo anterior porque ¿Qué Nos Pasa? le dio a Televisa la altura y la madurez de una televisión inteligente, analítica y pensante, además de valiente. Ésta es la televisión y el trabajo que hago y que siempre me han caracterizado a lo largo de mi carrera. Me pregunto, entonces, ¿para qué solicitaron mis servicios en Iniciativa México?


Con respecto a lo acontecido en torno a esa emisión, donde de seguro los señores Rubén y Santiago Galindo, productores de dicho programa, ya le dieron su particular visión de los hechos; es mi deseo que usted conozca la mía y así, juntando los dos pareceres, se pueda dar una idea de lo que ocurrió.


Comprendo que los Galindo cuiden su fuente de trabajo. Entiendo también que hay muchos medios involucrados en Iniciativa México y que los contenidos deben ser cuidadosos, pero la esencia de la comedia es, por antonomasia, crítica y burla. No se puede pretender hacer reír al público, sin ejercer dichos elementos, y menos con el temor de "molestar a alguien". Actitud moralista, temerosa y prejuiciosa constante de los Galindo; de ahí los repetidos desacuerdos que tuve con los mencionados productores.


¿Le informaron a usted estos señores que, para cuidar los contenidos de los tres sketches que cada ocho días salían al aire, acordamos, entonces, que yo les entregaría mi trabajo editado con 72 horas de antelación para que, si algo no les pareciera, me lo informaran y así yo pudiera tener el tiempo suficiente para reeditarlos y corregirlos?


En las seis semanas en que les entregué puntualmente, por alguna razón que desconozco, mi trabajo nunca fue checado en el tiempo acordado. Siempre lo hicieron a última hora, cuando ya no había ni tiempo ni oportunidad de corregir ni hacer nada. De ahí que los Galindo, con una falta de respeto por mi trabajo como creador y enarbolando la bandera de la moral, censuraron y decidieron lo que el público debía de ver y lo que no, mutilando siempre con torpeza, desconsideración, con un desconocimiento total del género y sin participármelo siquiera.


¿A qué le temían los señores Galindo? ¿A quién le cuidaban las espaldas? ¿Temían ofender a los que han depredado este País? ¿O simplemente estaban cumpliendo órdenes superiores?


¿Está usted enterado de que el señor Rubén Galindo está faltando a la ética y a la verdad al no cumplir su compromiso conmigo, pretendiendo pagarme mucho menos dinero del que, como caballeros, acordamos? Yo ya cumplí, ya trabajé y realicé programas para completar ocho semanas, que fueron las que acordamos Rubén Galindo y yo.


Otro de sus trabajadores, el señor Juan Antonio Mateos, pretende pagarme sólo seis semanas argumentando que debí haber trabajado 10 semanas, de las cuales, repito, el señor Galindo jamás me habló. Trabajé únicamente seis semanas, pero grabé suficiente material para cubrir las ocho semanas, que, además, ya salieron al aire. Por lo tanto, cumplí mi compromiso. ¿Por qué entonces este atropello de obligarme a cobrar menos dinero de lo acordado y quitarme mi trabajo evidenciándome como lo han hecho de manera tan humillante e injusta?


¿Está enterado de que, por todo esto, algunos de sus empleados decidieron dar órdenes estrictas de no permitirme la entrada a la empresa, de que acabo de sufrir la humillación y la vergüenza de no poder entrar a su empresa para recoger mis pertenencias, mi vestuario, mi maquillaje y mis pelucas?


¿Está enterado de que sus subordinados ejercen una política de terror laboral en contra de mis compañeros actores y actrices al amenazarlos abierta o veladamente con vetarlos si trabajan en otra parte? O sea que no se les permite trabajar, pero tampoco se les da la seguridad de un trabajo en su empresa. ¿Y de qué se supone que van a vivir mis compañeros? ¿Qué clase de Iniciativa es ésta? Lo comprendo si gozan de una exclusividad, pero los que no gozamos de eso, ¿por qué también? Señor Azcárraga, estamos en el siglo 21. Esta imagen de señores de horca y cuchillo es denigrante para cualquier trabajador, que debe tener la libertad de buscar otras fuentes de ingreso, y más en estas épocas difíciles.


¿Está enterado de que me encontraba yo trabajando en la serie que produce Televisa Deportes, Cloroformo, con un rol importantísimo, el de un ex boxeador, y que por la misma razón fui retirado de dicha serie, afectando con esto la producción que ya estaba lista y a su director, Gustavo Loza, obligándolo a buscar quién me sustituyera? ¿Que el señor Juan Antonio Mateos le comunicó a mi representante que de ninguna manera podía yo trabajar en Cloroformo porque estaba vetado y que si quería trabajar en Televisa tendría yo que dejar de trabajar primero en la televisora Estrella TV de Los Ángeles, California, empresa en la que hace dos años trabajo y me da para comer.


Señor Azcárraga, acepté gustosamente colaborar en Iniciativa México, porque, sinceramente, creí en el proyecto, involucrándome y comprometiéndome con toda mi pasión y profesionalismo, sin importarme ni tomar en cuenta el veto que llevo padeciendo en su empresa desde hace 12 largos años.


Señor Azcárraga, ¿le parece honesta y sinceramente que merezco este "castigo" impuesto por sus trabajadores que, abusando de sus "jerarquías", ejercen el pequeño poder evidenciando una carrera de 53 años de trayectoria?


¿Está enterado señor Azcárraga? Si no lo está, lo invito a tomar medidas, y obligue a sus subordinados a cumplir sus compromisos como hombres y con ética profesional y laboral. Señor Azcárraga, en su empresa están acostumbrados a someter a sus trabajadores y, en muchas ocasiones, a pisotear sus derechos, como en esta ocasión lo están haciendo una vez más conmigo, pero más acostumbrados están a que nadie les reclame ni les diga nada por terror a perder su trabajo y su seguridad económica, razón que no juzgo y respeto.


Pero habemos personas como yo que por ningún motivo lo permitimos y nos arriesgamos a sufrir las consecuencias antes que perder la dignidad. Y eso, señor Azcárraga, no me hace ni rebelde ni mucho menos conflictivo. Me hace un hombre valiente, honorable, confiable y respetable ante mis hijos, mi familia, el mundo que habito y ante Dios.


Le pregunto ahora, señor Azcárraga, por estas palabras que hoy le externo: ¿me esperan otros 12 años de veto? ¿Extenderán sus medidas a mi familia, como lo hicieron injustamente con mi hijo Héctor Suárez Gomís, quien, sin deberla ni temerla, también fue "castigado" y vetado?


Dígales que, si me "castigaron" otra vez no volviéndome a llamar en su empresa pa′ trabajar, por lo menos que me den mi resto, ¿no?

¿Tiene usted el valor... o le vale?

Atentamente

Héctor Suárez

viernes, 4 de noviembre de 2011

De la participación de los trabajadores en las utilidades de la empresa y el reparto de las riquezas. Fabricio Barradas Esquivel




Una empresa, según la definición de la RAE, es una ‘unidad de organización dedicada a actividades industriales, mercantiles o de prestación de servicios con fines lucrativos’. Todas las empresas existentes fueron creadas y registradas por alguna persona, física o moral, y esa persona es la mayor beneficiaria de esos ‘fines lucrativos’, lo cual es obvio, ya que esa persona fue la creadora y la de la iniciativa para formar la empresa.
En nuestra sociedad actual, capitalista, las ganancias generadas por todas las empresas se van a manos de una pequeña porción de la población, la cual utiliza estas ganancias para generar más ganancias y así diversificar su poderío económico. Así, las ganancias generadas se conservan en unos pocos y se reproducen para ellos mismos, esta es uno de los principales defectos del capitalismo.
La Ley Federal del Trabajo, en el Capítulo VIII ‘Participación de los trabajadores en las utilidades de las empresas’, indica que los trabajadores de una empresa tienen derecho a participar de las utilidades obtenidas. Con esto se pretende dar a los trabajadores, aparte de su sueldo, una retribución por su esfuerzo en la generación de la utilidad, así como incentivarlos a que, siendo más eficientes, se generen mayores utilidades para la empresa, y así, mayores bonificaciones para ellos en el siguiente período o ejercicio.
Sin embargo, el que la ley lo diga, y la intención de la misma no es garantía de que se realice, y que la repartición de ganancias y motivación llegue a los trabajadores de la forma correcta (y mucho menos, justa). A mi parecer, la fuerza laboral de una organización es su recurso más importante. La iniciativa de este Capítulo de la LFT, a mi punto de vista, es excelente en el sentido de que motiva al reparto de las riquezas con los que no son partícipes del lucro que ellos mismos generan, es decir, intenta darle a los obreros un poco de las ganancias que, gracias a su labor, los dueños de la empresa obtienen. Aún así, es muy poca la retribución repartida a los trabajadores. Algunas empresas generan elevadísimas ganancias, y los obreros siguen percibiendo salarios que, aunque estén por arriba de los mínimos establecidos, no son proporcionales al valor en el mercado que genera su trabajo. La pobre vida económica se acentúa bajo estas condiciones.
Para salir de muchos problemas sociales en que actualmente vivimos, las empresas (que son la estructura básica de generación económica en nuestra sociedad) deben cambiar su enfoque y pasar de ser entidades enriquecedoras de una persona a ser entidades enriquecedoras de la misma sociedad. Ésta Ley pone un pie en firme hacia esta entidad económica ‘ideal’. Para ello, los dueños deben dejar de lado la codicia y, sin dejar de ganar lo justo ni de quedarse con una parte mayoritaria del pastel, compartir con los miembros de la empresa las ganancias netas que se vayan generando. De esta forma se ayudaría en gran medida a resolver muchos de los problemas sociales asociados a la estructura económica actual de nuestro país, principalmente la pobreza y la mala calidad de vida de la mayoría de los obreros y sus familias.
Una empresa no está obligada a ayudar abiertamente a la sociedad, ni a hacer ninguna especie de caridad, pero moralmente sí está obligada a ayudar a sus propios trabajadores. Si cada empresa tratara de manera justa y apoyara más a su fuerza laboral, otra sería la historia de nuestra economía, y nuestra sociedad. Para esto, la Ley debe proveer de más opciones y ventajas al realizar acciones de este tipo, con beneficios fiscales, legales, etc.
La figura más parecida a esta idea podrían ser las Cooperativas comerciales, en donde no existe un dueño sino muchísimos socios, cada uno miembro de la cooperativa, laborando en la organización, y llevándose una parte de la ganancia total pero no toda, sino que esta es repartida más justamente entre los miembros de la cooperativa: La riqueza se reparte de manera más justa y sin ignorar las jerarquías.
De esta forma, se lograría (con mucha iniciativa por parte de los dueños) una repartición de riquezas sin que el estado la controle, como temen muchos capitalistas. Con una nueva definición de la empresa, no necesitándose ‘salarios mínimos’, ni forzar a los dueños a dar prestaciones que rayan en lo miserable a sus trabajadores.
Repartiendo las ganancias de una manera más justa dentro de cada empresa, se puede dar un paso adelante en la mejora social, sin embargo depende prácticamente de que los dueños dejen de lado el constante deseo de seguir acumulando riquezas y permitan que la fuerza laboral, que es la que genera el valor, sea partícipe de las ganancias que ella misma genera, y así tenga motivos para mejorar su rendimiento y elevar la rentabilidad de la organización para la que labore.




Bibliografía:
Ley Federal del Trabajo. 1 de Abril de 1970, México, D.F.

LA FECHA DE CADUCIDAD DE LOS MEDICAMENTOS. Por Juan Arturo Siordia Zamorano

Tomado de Contactox, jueves 03 de noviembre de 2011
Excelente información!
José Manuel



¿Será cierto que los medicamentos dejan de ser efectivos pasada la fecha de caducidad expresada en su respectivo contenedor? Pocos, incluyendo profesionales de la salud, podrán contestar esta pregunta en forma fundamentada.
         En su defensa cabe mencionar que es muy reducido el número de estudios científicos que abordan este tema y tras semanas de haberlo intentado, hasta ahora la Comisión Federal para Protección de Riesgos Sanitarios (COFEPRIS), no ha proporcionado el razonamiento científico que apoye el requerimiento legal que exige a los fabricantes anotar una fecha de caducidad para cada uno de los diversos productos médicos existentes.
         La mayoría de las personas mantienen la creencia de que al caducar un medicamento se vuelve toxico o pierde su potencia. Razonamientos falsos.
Sample Image
         Hace 2 décadas, las fuerzas armadas de los Estados Unidos, considerando que tenían bajo almacén mil millones de dólares en medicamentos, decidieron analizar la opción de destruirlos o bien, si conservaban aun efectividad, utilizarlos en beneficio de sus enfermos con el consecuente ahorro que significaría. Para ello, realizaron diversas pruebas con el propósito de determinar si podían extender la vida de su inventario farmacéutico. Los análisis a los que fueron sometidos aquellos medicamentos, efectuados con anuencia y colaboración de la Administración de Alimentos y Drogas (FDA) de ese país, se realizaron a 100 productos farmacéuticos de diversa índole. Los resultados mostraron que el 90% de los medicamentos probados, mantenían una efectividad superior al 90% a pesar de que todos sobrepasaban, en mínimo, 15 años la fecha de caducidad impresa en su contenedor.
         Hablemos de casos específicos como ejemplo: El ácido acetil salicílico conocido mayormente por su nombre comercial Aspirina. El fabricante, la trasnacional compañía alemana Bayer, afirma que 2 a 3 años es la fecha límite de caducidad, cuando en realidad, la potencia de la aspirina ha sido comprobada al 100% hasta 4 años después de fabricada, según estudios de la misma compañía Bayer. ¿Cuál es el motivo por el cual la compañía no extiende su fecha de caducidad? Oficialmente refieren que el embalaje cambia con frecuencia mejorando su impermeabilidad y que sus productos son sometidos a “programas de mejora continua”, que cada cambio implicaría nuevos estudios para determinar nuevas fechas de caducidad, situación que consideran poco práctica. Bayer se rehúsa a analizar la potencia de su aspirina más allá de 4 años.
         Otro caso más: un antibiótico, Ciprofloxacina comercializado por Bayer como Ciproflox, analizado por laboratorios de la FDA con participación del fabricante, mantenía su estabilidad y efectividad al 100%, ¡nueve años después de la fecha de caducidad anotada en el empaque!
         A la luz de estos resultados, la conclusión es que la fecha de caducidad de un medicamento, aplicada por los fabricantes como requisito legal para su mercadeo, brinda poca utilidad en cuanto a efectividad se refiere. La ley, como hasta ahora redactada, exige a los fabricantes probar que su medicamento será útil –estable y potente- durante la vigencia de la fecha que el mismo productor elige. Esta fecha no implica, ni sugiere, que el medicamento dejará de ser efectivo y menos que podría ser perjudicial pasado ese tiempo.
         Para los que gusten de elucubrar, podría dar margen a inferir que los fabricantes inventaron –y presionaron para hacerla requisito- la necesidad de una fecha de caducidad por razones de mercado y no por motivos científicos. Después de todo, no sería muy productivo que el público mantuviera en su botiquín casero un analgésico por más de 10 años; por el contrario, para el fabricante seria primordial que mantengamos nuestro botiquín actualizado y en frecuente renovación.
         La realidad –que es también la postura oficial de la FDA- con la evidencia existente aparenta ser que, excluyendo insulinas, antibióticos en líquido o suspensión y la nitroglicerina oral, los medicamentos mantienen suficiente efectividad durante años, cuando son conservados en condiciones adecuadas, de preferencia en refrigeración. Salvo los mencionados, ninguno podría provocar intoxicación, estribando y limitando la duda solo en lo que se refiere a su efectividad. Las compañías farmacéuticas no se oponen a esa opinión e incluso aceptan que la fecha de caducidad tiene también un enfoque comercial. Esta visión procedente de una agencia oficial ha dado margen en los Estados Unidos al denominado “programa de extensión de vida en almacenaje” para varios medicamentos, situación que hasta hoy no existe en México. Las compañías farmacéuticas aducen en su razonamiento para mantener la situación en su forma actual, que nuevos y mejores productos llegan al consumidor con mayor facilidad si los antiguos o presentes son descartados después de un par de años de uso. Desde la perspectiva del fabricante, su responsabilidad y los riesgos de seguridad implícitos, se ven disminuidos cuando se limita el periodo durante el cual el consumidor puede utilizar un producto medicamentoso o incluso, almacenarlo en forma inadecuada.
         “De dos a tres años es un punto muy confortable de conveniencia comercial” refiere en su atenta misiva el Sr. Mark Van Arandonk, director de desarrollo farmacéutico  de la  compañía Pharmacia & Upjohn, Inc, quien si contestó nuestra duda. “Nos da suficiente tiempo para colocar nuestro inventario en almacenes, remitirlo y asegurar que se mantendrá en los estantes lo suficiente como para que sea bien utilizado". No hace mención -difícilmente lo harían- sobre intenciones de las compañías para incrementar sus ventas mediante una caducidad planeada.
         En los EE.UU., país donde hay estadística al respecto, se calcula que 120 mil millones de dólares es el consumo anual de medicamentos que se expenden sin el requisito de una receta. Empero, se desconoce cuánto de este monto sería para reemplazar medicamentos ya existentes en el botiquín familiar. Una encuesta realizada entre 1,000 consumidores, determinó que el 70% no estarían dispuestos a tomar un medicamento que estuviera más allá de la fecha de caducidad enunciada en el envase. La Secretaria de Salud de México (antes de salubridad y Asistencia Pública) determinó la obligatoriedad de una fecha de caducidad en 1979 probablemente bajo influencia de la FDA norteamericana que poco antes había exigido a las compañías productoras el requisito de estabilidad comprobada de sus productos obligándolas así a probar la calidad, pureza, identidad y fuerza de los productos durante el tiempo que cada fabricante determinara. De allí que se dio margen a que fuera el fabricante quien decidiera por cuantos años garantizaba su producto y aprovechando este margen, los productores se decidieron por plazos cortos, muy cortos en la mayoría de los casos.
         ¿Porque no insistir entonces a la Secretaria de Salud o la COFEPRIS para la extensión de la fecha de caducidad? ¿Cuántos recursos del sector público de salud en México podrían ahorrase si son extendidas las actuales fechas de caducidad?  Aparentaría que el interés del consumidor pasa a un plano secundario, tras la necesaria erogación que significaría para las empresas farmacéuticas el mantener un programa de revisión de efectividad y estabilidad extendida de sus productos.
         Se hace imperativa la atención de la Secretaria de Salud, la actuación de COFEPRIS y a la vez, se hace  necesaria la intervención de nuestros representantes en el Congreso de la Unión para atender las necesarias modificaciones a la Ley General de Salud.